Comenzó vendiendo diarios y lustrando zapatos en una época muy dura para su familia. Nada lo detuvo para llegar a donde llegó. Peleó en Las Vegas, en el Madison Square Garden, en Rusia, España, Italia, entre otros países. Boxeó en el Luna Park y fue uno de los que hizo estallar el Pedro Estremador de Bomberos Voluntarios. Llegó a ser el pugilista más buscado del país. Tuvo 120 peleas amateur y 90 profesionales.
Bariloche tiene una historia tan rica en el deporte de los puños que se podría escribir varios libros. Fue la época de oro, donde entre otros desfilaron Kid “Gambita” Laciar, Caito Schmeisser, el “Mono” Roa, por solo nombrar a algunos. Allí brillaron “Yeyé” Hernández, “Nanan” que tuvo varios combates, pero sin dudas uno de los que más alto llegó fue Hugo Ariel “Pajarito” Hernández, hoy se lo puede ver en calle Mitre, trabajando En el cambio o en su bar, que inauguró hace poco tiempo. Entre sus rivales se cuentan Ubi Sacco, “Látigo” Coggi; conoció a Monzón “era una persona que enseñaba mucho”. Cerca de cumplir los 60 años, Hernández nació el 10 de abril de 1960 en Bahía Blanca, hijo de José Raúl Hernández y Gloria María Aroca. Es el tercero de ocho hermanos, los mayores, Héctor “Yeyé” Hernández y Hernán Raúl “Nanan” Hernández, ambos nacidos en Bariloche y luego llegaron los bahienses Humberto Alí, Horacio Omar, Gloria Isabel (ya fallecida), Fabio y Sandra, la gran familia del pugilista que hizo vibrar el Pedro Estremador de Bomberos Voluntarios.
Hugo Ariel comienza contando, “creo que hice primer grado, en ese entonces mi viejo me dijo que fuera a trabajar, me daba el cajón de lustrar zapatos y yo salía a laburar cuando tenía 6 o 7 años, vendía diarios también. El colegio lo hice de grande en la nocturna en Buenos Aires cuando dejé de pelear. Me casé una vez y me separé urgente (risas). Tengo tres hijos, Mariana, Romina y Ariel”.
Sus comienzos
Hernández cuenta: “empecé a entrenarme junto con Yeyé en el gimnasio de Bomberos cuando yo era muy chiquito, tenía una cadera con problemas y me hacía una pierna más corta que la otra entonces caminaba mal. Empecé a hacer gimnasia, recuerdo que estuve un año y medio con un pantalón de yeso que era desde la cintura hasta la punta de los pies y con eso me corrigieron bastante. Mi viejo me dijo que fuera a hacer gimnasia que me iba a hacer bien. Yo además era muy flaquito, me decían ‘Pájaro Loco’, porque era muy flaquito y además andaba con los pelos parados. Me gustó la gimnasia y empecé a crecer corporal y muscularmente, eso me ayudó mucho, antes el viento de la Costanera me volteaba (risas). Un día mi papá me dijo que empezara a pegarle a la bolsa, me puse los guantes, me gustó, y empecé a entrenar y a los 10 años hice mi primer pelea amateur en Bariloche contra Raúl Flores. Entrenábamos en la parte de abajo de bomberos, y estaban Caito Schmeisser, mi papá y Fermín Crespo, que todos lo conocen como ‘El Mudo’. Cada uno tenía su pupilo. De 1970 a 1980 fue furor el boxeo en Bariloche, fue muy linda esa etapa. Acá había muchos boxeadores y muy buenos”.
Su carrera
El boxeo ha cambiado y todos los fanáticos de este deporte lo saben. Antes para llegar, había que transitar un largo camino. Hernández no fue ajeno a ello: “yo hice 120 peleas amateur. Eso fue del 70 al 80. En el año 1977 fui al campeonato nacional que se hacía en Buenos Aires y ahí te encontrabas con unos nenes que tenían 100 o 120 peleas, era impresionante. Llego a la final contra Ubaldo Néstor Ubi Sacco, un monstruo. En el cuadrilátero yo gano, lejos, pero el fallo me lo dan en contra. Ahí dije no vuelvo nunca más a Buenos Aires. Había hecho cinco peleas para llegar a la final y todas las había hecho bien, la final me la robaron. En ese entonces me acuerdo que en Bariloche le digo al ‘Turco’ Jalil (José Antonio) ‘¿por qué no hacemos la revancha con Ubi Sacco?’. En la final que me gana en Buenos Aires quedaba como representante olímpico en la categoría wélter junior. Me acuerdo que Ubi Sacco va a otro campeonato y lo descalifican no sé por qué, entonces ¿a quién llamaron?, al que estaba segundo, que era yo. Yo había dicho que no quería ir más a Buenos Aires y me convencieron. Viajé al final y me quedé y fui cuatro años consecutivos representante olímpico. Bueno, antes que me haga profesional le hago la pelea a Ubi Sacco, la revancha en Bariloche, lo tiré tres veces, gané cómoda la pelea. Después en la era profesional, él era campeón argentino y sudamericano, lo desafío yo, que estaba cuarto o quinto en el ranking argentino, pero nunca me dio la pelea. En esa época en la categoría estábamos con Ubaldo Sacco, Lorenzo García y Arce Rossi”.
Al profesionalismo
Hugo Ariel “Pajarito” Hernández hace poner la piel de gallina a cualquiera, porque su historia de vida no es un cuento de hadas. “Debuté en el profesionalismo en Bariloche, hice dos peleas y me tuve que ir porque ya había tocado el techo de aprendizaje acá. Hablé con un amigo y le propuse que nos vayamos a Mendoza, allá teníamos un amigo en común. Agarramos un auto y partimos para allá. Me presentaron a Héctor Mora y comencé a entrenar con él hasta que Mora falleció, fue alguien que me enseñó mucho, un buen profesor. Cuando él muere, estaba caído el boxeo en Mendoza porque tenían conflicto con la federación y decidí irme a vivir a Buenos Aires en el año 90. De abril a las fiestas hice 14 peleas profesionales de esas, 10 fueron internacionales. Una locura lo que hice. Peleaba en Salta y viajaba a Ushuaia a otra pelea y de allí a Comodoro Rivadavia. De ahí a Buenos Aires y de ahí a Mendoza. Ese año fui elegido el boxeador del año por los periodistas de Argentina”.
Una época gloriosa
Hernández comenta que “dejé de boxear a los 32 años, en pleno apogeo de mi carrera, por todo lo que iba a empezar a pasar, la vi venir. El boxeo era la Federación y Tito Lectoure. Luego aparecieron los promotores, los boxeadores, en su mayoría firmaron con ellos, yo dije que no y ahí me tiraron al bombo y en mi última pelea en Salta, me noquearon en el tercero, ya venía medio bajoneado. Pero del 90 al 93, que fue mi retiro, fue espectacular todo. Siempre digo que un buen amateur es un gran profesional. En el amateurismo hice 120 peleas y en el profesionalismo 90, tengo 210 peleas en mi carrera. Pensá que tuve peleas en el Madison Square Garden, clasificado al campeonato del mundo. Viajé a Rusia buscando clasificar a las olimpíadas del año 80 que finalmente no viajó Argentina porque le hicieron un boicot a Rusia. Fui cuatro veces consecutivas campeón amateur argentino, del 77 al 80 inclusive. Me acuerdo que perdí el invicto en Los Ángeles, en Estados Unidos, y venía con un récord de 45 peleas invicto, fue por una clasificación al título del mundo. Me noqueó un mexicano, en el tercer asalto y me sacó la posibilidad del título del mundo. En el profesionalismo fui campeón argentino y sudamericano en 1984. Para tener el título tenía que dar en la categoría porque ‘Ubi’ Sacco no me quiso pelear y como no quería la pelea, yo dando el peso me quedaba con su título. Yo en cambio les di las peleas a todos. A Juan Martín ‘Látigo’ Coggi le di la pelea, él siempre me lo agradece, me ganó y después tiene el título del mundo, esa pelea fue 1984. A mí el italiano Patricio Oliva nunca me quiso pelear y cuando gana Coggi, Oliva le da la pelea y Coggi le gana y se consagra campeón del mundo, a veces es cuestión de suerte el boxeo. Yo la tuve, estoy muy agradecido a la vida y al boxeo. Tengo 60 años y estoy bien, de primera, tranquilo, estoy bien físicamente, no tengo problemas económicos”.
Lo que deja el deporte
Pajarito Hernández dice, “el boxeo me dejó muchos amigos, mucha experiencia, conocí casi todo el mundo, antes te conté de Las Vegas, el Madison Square Garden y Rusia, pero la Rusia comunista. Tuve peleas en España, Italia, en Alemania. Buenos amigos tengo. Cuando empecé a pelear creo que pesaba 30 kilos, creo que no llegaba o llegaba si me mojaban (risas) era muy flaco. En el debut me pusieron ‘fosforito’, porque era pura cabeza”.
Cambios en el deporte
Hugo Ariel Hernández compara el deporte que transitó con el que ve por televisión hoy. “Creo que el boxeo cambió para bien porque ahora llegás rápido a pelear por un título del mundo y creo que mal porque llegás sin experiencia. Yo veo las peleas hoy en día y veo chicos que combaten sin experiencia, pero no te hablo de acá, te hablo de todo el mundo. Llegás a combatir por un título con 11 peleas y ya estás por el título mundial. Pensá que yo lo intenté con 45 peleas invicto”.
¿Por qué el boxeo?
Pajarito cuenta que “en la familia no teníamos un mango, yo lustraba zapatos y vendía diarios y me dije que con algo tenía que zafar y creo que me fue bien. Hoy no me puedo quejar, es más, si tuviera que transitar nuevamente mi vida, haría exactamente lo mismo. Podría haberme hecho profesional a los 18, pero justo la Federación puso en el reglamento que teníamos que tener 20 años así que tuve que quedarme dos años más en el amateurismo, que fueron de gran experiencia. Yo entrenaba mucho, no me gustaba, pero había que hacerlo. El boxeador pelea siempre contra la balanza, peleás todos los días con la balanza. Psicológicamente te enferma la balanza. Es una enfermedad. Hoy al pibe no le gusta el sacrificio, creo que pasa por ahí. El boxeo es muy sacrificado. Cuando yo dejé de pelear, no me cuidé más en la comida, no me cuidé más en el peso”.
Reconocimientos
Hernández dice que “Me reconocía la gente de Bariloche mucho, 80, 81 la gente me pedía autógrafos, yo me fui en el 80 y volvía dos o tres veces al año porque tenía toda mi familia. Hoy hay mucha gente que no es de Bariloche, la gente de Bariloche siempre me reconoció, antes era un pueblito, hoy es muy grande, en el 70 se conocían todos. Duele que el boxeo de Bariloche no pueda arrancar, me encantaría que Bariloche vuelva a ser potencia en el boxeo. Hay mucha gente con condiciones para eso. Del 65 al 80 hubo una barbaridad de boxeadores y muy buenos, amateur, profesionales. Ahora hay muchos deportes en Bariloche y por ahí se divide todo”.
Anécdotas
Dentro de las tantas anécdotas que tiene, cuenta que “viajamos una vez a pelear al Madison y en la delegación eran todos viejos y yo que era re pibe. Yo conocía Bahía Blanca, de ahí Bariloche, de Bariloche, Buenos Aires y de ahí al Madison en Nueva York, te imaginás, un paisanito de campo era. Fuimos a un hotel impresionante, imaginate mi cara, yo no salía de mi asombro. Tenía todo. Uno de los árbitros que viajó era mendocino. Fui a la habitación de ellos y tenían jugo de naranja exprimido. Yo me tenía que cuidar en el peso y me dan un vasito. En un momento, regreso a la habitación, pido jugo de naranja y me dicen que se había terminado. Me fui a mi habitación y desde mi ventana me asomo y veo la jarra de jugo de naranja escondida. Se lo robé y me tomé todo, viejos zorros. Después obviamente me costó dar en la categoría”.
Martín Leuful/El Cordillerano