A José Vargas la risa le brota espontánea y hasta puede inundar un gimnasio solidario que utiliza sólo y a voluntad. Le sobra humor y ganas de pelear. Puede decirse que vive –literalmente- en el gimnasio ya que su hogar es la vivienda anexa del Club de Boxeo Comodoro, en el barrio Industrial. Y como por las condiciones impuestas por la pandemia, no se pueden habilitar espacios deportivos, “Nicolino” tiene todo para su uso personal. Y podría entrenar las veinticuatro horas. “Volver será con ansias, con ganas de pelear y subirnos al ring de nuevo. En lo personal creo que volveré todavía mejor entrenado físicamente y listo para sorprender y dar el batacazo”.
El 13 de marzo fatídico Vargas estaba listo, había pesado y preparaba el vendaje para enfrentar a Nicolás Verón en el gimnasio Municipal pero la cuarentena llevó a suspender todo, con los peleadores visitantes instalados y una promoción frustrada. “Ese día empezó la pandemia. Espero poder pelear con Verón y después, desafiar a algún campeón. Yo quiero llegar a lo más alto; me gustaría viajar y poder entrenar afuera, al menos hacer el intento para trabajar con los mejores y saber hasta dónde puedo llegar”.
No deja de bromear y de descomprimir cualquier charla. “Unos palmazos no se le niegan a nadie jeje”, dice a la hora de elegir posibles futuros rivales. “Santana ?. No creo que quieran pelear. No tengo ningún drama. Sé que no pega fuerte, acá de amateur le gané pero se la dieron a él, y el propio Santanita lo reconoció. Me gustaría enfrentar a cualquiera porque estoy entrenado y preparado”.
“Si tengo que elegir quisiera enfrentar a “Pachu” Castillo. A él le apunto, es campeón, pelea en mi peso y ya lo enfrenté en amateur. Peleamos en Tecka y me ganó por una caída que tuve pero después lo pasee a piñas. Creo que gané todos los rounds. Hoy es una pelea que me gustaría”.
A “Varguitas” le llueven las palabras y le aflora la confianza. Lleva 6-0 con la mitad de sus combates ganados antes del límite; agradece a UOCRA e Incro que le brindan una ayuda imprescindible. “Yo soy una persona más del montón, mis compañeros me ven como si nada, siempre riéndome o haciendo payasadas antes de pelear. Nunca estoy nervioso y solamente me dan ganas de pelear nomás”.
Reconoce que aunque el camino parezca largo, se requiere de paciencia y determinación. “Vamos despacio y de a poco, en cada pelea se aprende algo. Estoy aprendiendo cosas buenas con “Toto” Campos y con mi equipo compuesto por Juan y Eduardo Alvarado y mis compañeros de gimnasio”.
«Lo que está pasando no es culpa de nadie pero es triste que haya gente que perdió su trabajo o que no tiene para comer. A nadie tiene que faltarle jamás un plato de comida…» (Vargas sobre la cuarentena).
En Esquel está la familia y su historia pero entiende que Comodoro Rivadavia es la tierra de la oportunidad. “Acá vine a cumplir mi sueño si es que quiero ser campeón argentino o internacional y me propuse lograrlo con tantos años de sacrificio. Recién después me gustaría llegar a Esquel y que digan “salió con una mano atrás y otra adelante” y ahora triunfó como deportista, Me gustaría ahí ser reconocido”.
Acostumbrado a las difíciles y a entrenarse siempre, reconoce el placer de los rituales boxísticos; el clima de los festivales y el aliento de la gente, que sin conocerlo, lo identifica. “El público es como otra familia. Encontré gente buena y se ve que tan mal no me porto porque siempre me llaman amigos y gente para preguntarme cómo estoy y si necesito algo”, cuenta el invicto de la Cordillera. “Soy muy sencillo y tengo la mejor con la gente que paga su entrada para ir a verte y alentarte. Estoy contento porque no soy de acá y cada vez que peleó el gimnasio está lleno. Se ve que les gusta como peleo o será que tengo algo de carisma. Siempre me saludan después de las peleas y a mí me gusta muchísimo compartir ese momento”.
IT/Piñas del Sur.