“Sigo siendo el Roña de Caleta”. Como si hiciera falta ponerle la firma, Jorge Fernando Castro ratificó su sello patagónico. Bien del sur. Como en los tiempos que hacía dedo desde Caleta Olivia para venir a pelear al gimnasio Municipal o como cuando ponía rivales en fila, para combatir de viernes a domingo en una verdadera maratón de piñas sin cuartel. Afloran los nombres de Rafael Martínez, de “Coco” Horber y una lluvia de recuerdos. “Hoy en día ya no hay boxeadores como era yo. Está Castaño que es campeón pero todavía no le pusieron ningún fierro caliente. Ahora sí le pusieron uno”, dice respecto al cruce del “Boxi” en los Estados Unidos ante Jermell Charlo.
“Peleé en lo máximo, reabrí el Luna Park que estuvo dieciséis años cerrado para el boxeo. Eramos el “Puma” Arroyo o yo, uno tenía que quedar en el camino pero pude poner la “Locomotora” en marcha. La pelea que más recuerdan todos es con John David Jackson en Monterrey, la de “La mano de Dios”. Estaba perdiendo ampliamente pero saqué esa mano en el noveno y gané por nocaut”.
Reconoce un déficit en cuanto a la aparición de figuras y los desmanejos a nivel de promotores. “Se pelean por los pibes y les sacan el porcentaje. Ofrecen 50 mil dólares y cobran 250; se abusan de los boxeadores que llegan con buen récord pero no tienen la suficiente experiencia. Yo llegué a pelear cuatro veces en un mes y ahora como máximo hacen dos o tres en un año. No hay boxeadores explosivos y que se sepan vender”, reconoce. El “Roña”, radicado en Temperley hace diez años, disfruta de su tarea social; dándole de comer a quienes lo necesitan en un gimnasio en el que además enseña boxeo durante la semana. “Llegué a tener 600 personas”, reconoce. “Tengo ganas de buscar una banca en la Cámara de Diputados para ayudar a la gente que está olvidada. Quizás en el centro se vea todo lindo pero hay que mirar la pobreza y la miseria. Hay que mirar para los costados también”. Su candidatura se sustenta en su pertenencia peronista, a través de La Cámpora y con el apoyo del “Cuervo” Larroque.
La vida de Castro podría ser de película. Una serie en Netflix, narrada por el mismo, hasta tendría como protagonistas a sus nietos. “Son igualitos a mí”,bromea. Y resalta que en el argumento no debiera faltar su época de lustrabotas y vendedor de diarios, pendenciero y algo rebelde e incipiente boxeador. “Me faltó pelear en Las Vegas aunque fui muchas veces, también conocí a Mandela”.
Prometió volver. Y organizar en agosto, un festival de boxeo en la ciudad. Mientras tanto seguirá recorriendo el Mercado Central en busca de colaboraciones; guanteando con sus alumnos del gimnasio y monitoreando todo lo que pasa alrededor de su familia. “Antes veía a una persona con barbijo y decía “éste está enfermo”. Hoy estamos todos enfermos. Es un virus dañino que a mí me agarró y me tiró abajo por casi catorce días”. Invitado por “Jóvenes por Palazzo” visitó la Escuela de Boxeo de Cristian Aga; el Team Mellado; dos merenderos y la plaza del barrio Próspero Palazzo. Al final, agradeció a la Unidad Básica “Una Argentina Nueva” de Km. 5 y a la familia Torraca del Lucania Palazzo Hotel.
IT/Fotos gentileza Richard Asencio.