El pelo rubio, engominado, de la época le daba un aspecto europeo que condecía con su apodo. Era el “Ruso” boxeador del barrio de Los Hornos en La Plata, un mediano con pasta, pegada y talento que estaba siempre listo para subirse al ring. Miguel Jorge Chéquer había nacido en Villa Urquiza, Capital Federal el 6 de diciembre de 1944 y transitó una sólida campaña amateur hasta que el servicio militar obligatorio terminó cambiando su destino ya que fue ahí cuando tuvo su primer vínculo con la Patagonia. Los duelos en el galpón de la Rural y su triunfo por nocaut ante el ídolo local Juanito Sánchez significaron sus primeros pasos en el sur con sus raíces bien platenses siendo colimba del Regimiento 8 de Infantería en Km. 11. «Apenas me dieron de baja peleé en Esquel con Domingo Sosa como amateur y le ganó por nocaut en el segundo», rememora.
Fue desafortunado su debut entre los rentados ya que en 1965 enfrentó al archiveterano Oliverio “Tío” Silva, quien lo batió sin atenuantes a él y su inexperiencia pero como solía referir el memorioso “hombre-récord” Raúl Jorge Campos; en aquellos tiempos volvió circunstancialmente al amateurismo hasta rearmarse y “redebutar” al año siguiente en La Plata noqueando en tres asaltos a Antonio Monsalbo en el Club Atenas. Se mantuvo imbatido por dieciocho combates, muchos de ellos celebrados en el legendario ring de la Sociedad Rural, escenario de grandes noches boxísticas.
En una larga lista superó a Carlos Martiarena, por entonces cuarto en el ránking nacional del peso mediano, lo que le significó a Chéquer ingresar a ese grupo selecto. El 9 de mayo de 1970 perdió su invicto también en La Plata frente a Antonio Aguilar (ex verdugo de Monzón y luego campeón argentino) en el medio de una exitosa escalada ante los tops de la división como Rodolfo Rosales y Ramón Edelmo Pereyra.
El 8 de marzo del ’72 tenía confirmada la disputa de la corona argentina en el Luna Park y ante el mismo “Cacho” Aguilar pero una presentación de protesta de los manejadores de Miguel Angel Castellini obligó a dejar esa chance sin efecto aunque igual Aguilar y Chéquer pelearon a diez rounds, ganando el campeón en vibrante match por decisión. «Hice dos con Aguilar y otras dos con Castellini. Una me la ganó bien, casi todos los rounds pero en la segunda lo tuve sentido y todos los diarios de la época me reconocieron como ganador aunque se la dieron ganada porque él tenía ya arreglada la pelea por el título con Palleres».
«Yo viajaba todos los días de La Plata hasta el Luna para entrenar y durante casi dos meses, guantee con Carlos Monzón antes de su pelea con Benvenutti. Lo recuerdo muy bien a Brusa que me pidió que les ayude. Yo me metía al cuerpo y Monzón, que era gigante, me quería asesinar. Cuando viví en Italia, otro campeón del mundo, Bruno Arcari, siempre me elegía para trabajar con él«, cuenta Chéquer a punto de cumplir 77 años. En 1973 emigró a Europa donde empató tres combates: el 7 de abril le dio batalla en Cannes perdiendo por nocaut técnico 4 a Gratien Tonna, el tunecino de sangre maltesa que un año después enfrentara al colombiano Rodrigo Valdéz y en 1975 fuera rival mundialista del mismísimo Carlos Monzón en París siendo noqueado en el quinto round por el implacable santafecino. En aquel mismo viaje al que llegó en barco durante quince días cruzando los océanos y hasta entrenando a bordo, rescató un empate pocos días después ante el italiano Ennio Cometti en Milán y uno más ante Armando Patronelli en Bruay-sur-l’Escaut en el sur de Italia.
«Yo pegaba fuerte, mi especialidad era el gancho al hígado. Con ese golpe gané la mayoría de mis peleas, diría que más del cincuenta por ciento. Yo pegaba al cuerpo y después se caían solos. Me gustaba pelear ahí adentro porque hacía la diferencia». El último combate que se le registra fue el 8 de diciembre de 1978 en Martín Durán en General Roca, Río Negro aunque habría realizado varias más en Chile hasta que una crónica lesión el hombro y una artritis que lo llevaba a infiltrarse para «sobrevivir» le dijeron basta. Peleó con el brasileño Luis Carlos Favre, “Chingolo” Martínez; el uruguayo Jorge Peralta y ya en retirada con el desaparecido Pedro César Duarte (2). Cinco veces en su extensa carrera ascendió al encordado más famoso del país, el estadio Luna Park. Hoy como jubilado municipal, vecino del barrio Treinta de Octubre y con hijos y nietos que heredaron su pasión por el boxeo, disfruta de un tiempo diferente enseñándoles lo que sabe a los jóvenes del barrio. Un eterno ranqueado en tiempos que ésta clasificación no tenía que ver con lobbys ni con política o influencias externas. Estar ranqueado representaba ser bueno de verdad.
IT/Piñas del Sur