El apellido lo lleva inevitablemente a su apodo de ring. Nada mexicano, menos famoso, puro barrio y transpiración a Fabio Jesús Alvarez el apelativo de “Canelo” le sienta bien. Lleva realizadas dos peleas y en ambas ha demostrado que tiene pasta y una convicción que le ganó a los problemas de salud. “Cuando debuté en Caleta y en mi segunda pelea estuve enfermo y a punto de “bajarme” pero en ambos casos, decidí asumir el compromiso y subir”, asume el jóven pupilo de Alfredo Carrizo en el team “Mamadera” del Máximo Abásolo. Nació el 22 de diciembre de 1999 en Córdoba Capital. Comenzó jugando al fútbol pero reconoce no haber sido lo suficientemente virtuoso. “Mi papá había hecho algunas peleas como amateur y siento que me contagió eso cuando me llevó al gimnasio”.
Alvarez lleva dos peleas con igual cantidad de triunfos. Debutó en el Complejo Deportivo de Caleta Olivia ganándole por decisión a Matías Castro de Puerto Deseado. El pasado 10 de junio ganó por RSC3 a Cristian Sintora en el Municipal Uno.
“Mi objetivo es llegar lo más lejos posible. Me gustaría hacerme profesional y que mi nombre sea reconocido. Ojalá pudiera ganar un título y poder tener algo de plata pensando en el futuro de mi hija” dice intentando hilvanar sus sueños de a uno, con el puño firme.
Se crió en Casa del Niño y hoy a los 22 años, asume que el deporte le ayudó a curar heridas. “El boxeo me ayudó a sacarme un peso que me traía el pasado. Sentí que es mi deporte aunque haya empezado de grande”. Con una hija de tres años –Daimara- para compartir asume que el tiempo se hace elástico entre el trabajo y el entrenamiento. “Ella es un factor clave para mi motivación, ojalá pueda cumplirle mucho de sus sueños. Eso es lo que más quiero en la vida. Mi objetivo está bien marcado y las ganas de lograrlo también están”.
Frente al espejo, el “Canelo” Alvarez se asume como un boxeador aguerrido “me gusta ir hacia adelante sin que importen las dificultades ni los golpes que vengan; el choque y pelear de contragolpe”. Agradece el acompañamiento de Burguer Club (“Me lo consiguió mi tía que trabaja ahí…”) y Pastas La Italiana, su lugar de trabajo, que le aportaron la indumentaria de combate. “Siempre recibí la ayuda de mis hermanos, mis primos y de mi viejo que nunca me dejó bajar los brazos. También mi entrenador y mis compañeros de gimnasio me motivaron a seguir y por ellos, entreno todos los días y trato de llevar una carrera, que recién empieza”.