El destino a veces, suele ser inevitable. Un abuelo boxeador profesional y ex rival de Jorge “Locomotora” Castro; una abuela campeona provincial amateur que hizo debut y despedida a lo grande: un padre profesional con gran recorrido en el país, una pegada fenomenal y un par de salidas exitosas en los Estados Unidos; una madre que fuera amateur y dos tíos campeones mundiales además de un hermano que es hoy, profesional en actividad. Qué otra disciplina podría marcar el camino deportivo de Nerina Matthysse?.
La boxeadora que es pupila del cubano Iván Díaz Pequeño asume que pretende ganar continuidad con el propósito de debutar en el profesionalismo. “Estoy muy contenta, siento que estoy poniéndome más las pilas porque antes quizás no lo hacía”, reconoce.
“Empecé a entrenar con Federico Wittenkamp, que es preparador físico y con el cubano Pequeño. Las metas serían pelear seguido; ya tengo previsto octubre y en noviembre, viajar a defender el título AMBAPA que que había ganado en Buenos Aires”.
“No me pesa el apellido para nada” plantea con cierta seriedad ante la consulta más obvia que propone cualquier juego periodístico. Es que la hermana de Ezequiel y la sobrina de Lucas y Soledad: la hija de Walter “El Terrible” y de Yanina pretende caminar sin mochilas extras en el ambiente del boxeo.
“Igual mi familia me impulsó, crecí así rodeada de boxeadores. Primero empecé a entrenar para adelgazar, después me empezó a gustar hasta que debuté en el 2019. Ahora pienso en sumar peleas; crecer y poder hacerme profesional como mínimo en un par de años”. En su última presentación, Nerina Matthysse viene de empatar en Rada Tilly frente a Oriana Figueredo y ésta noche se presentará por primera vez en Comodoro Rivadavia, la ciudad en la que han combatido la mayoría de sus familiares directos. «Trabajo en un Restó Bar cómo moza y en la barra pero además tengo mi propio emprendimiento de cocina y pastelería». Lleva 3 peleas realizadas, tiene 23 años y representa boxísticamente a «su» barrio, las Mil Viviendas. El apellido a la larga, termina siendo el boxeo mismo. El inevitable paralelo. La sangre que le fluye en las venas cada vez que una campana suena.