“Empezamos juntos y así terminaremos”. No hace falta firmar el compromiso porque padre e hijo comparten mucho más que entrenamiento. Hay apellido, sangre y amor por el boxeo, todo hereditario en los Sánchez de Puerto Madryn. Wilson, el padre, confía en que el 2023 llegará con el título argentino que tantas veces se escapó; promete pelear en el exterior pero no “para ir a perder” y agradece a la familia que asume como propia la misión de entrenar afuera para progresar. “Estoy contento con el año que tuvimos. Decidimos irnos a Buenos Aires para mejorar, guantear mejor y poder crecer porque acá cuesta hacer sparring”, reconoce quien es el rincón principal de Jonathan Wilson e integrante de un equipo que compone además el preparador físico Cristian Luna.
“Ya tuvimos ofertas para ir afuera pero no lo voy a entregar al pibe así nomás. Vamos a ir bien entrenados y a pegar un batacazo. Esa es la idea, quizás en el 2023”
“Este año hicimos cuatro peleas y perdimos una. Se nos viene escapando el título, no son rivales superiores a Jony. A veces hay noches que no son para uno como nos pasó con Schramm cuando estábamos convencidos de que ganábamos pero una semana antes mi hijo tuvo diarrea y vómitos. Peleamos porque estaba todo comprometido; cuando se quedó sin fuerzas, hubo que aguantar y buscar una mano”.
“El título se nos viene escapando –reconoce Wilson- y a veces no hay que poner tantas excusas tampoco. A los rivales hay que respetarlos, porque todos tienen dos manos igual que nosotros. Sí digo que estamos a la altura de ellos”, dice salvando las distancias de formación y de medios para trabajar. En el 2023 la primera chance se daría en abril ante el bahiense Gerardo “Tifón” Vergara aunque al equipo le seduce también la revancha ante Guido Schramm. “Una iría en mediano y la otra en superwelter. Sería mucho mejor la revancha, estando bien Jhony puede dar un sorpresa”.
Su taller de herrería es la fuente de sustento familiar y asume que costear los viajes y concentraciones representa una misión adicional. “Hago chulengos, asadores y discos; juntamos plata y con eso nos vamos. Dejo trabajos hechos para que los busquen y se vaya manteniendo la familia mientras nosotros no estemos. Eso cuesta muchísimo, hay que dejar plata en la casa y nosotros tenemos que llevar también. Alquilamos una pieza en Caseros; más la comida, un bife o una pechuga por día y las vitaminas son carísimas, no bajan de 40 lucas”.
“Tengo que agradecer al intendente Gustavo Sastre que le da una beca deportiva a mi hijo; Chubut Deportes y ahora también Lotería del Chubut. A Mecánica Integral Rubén y su amigo el chino de “La Ronda”; Carlos de la Cantera y Nahuel Volquetes como a Pablo de la Farmacia. Muy agradecidos con todos ellos”.
“Cuesta un montón –reconoce Sánchez padre- pero esa es nuestra rutina: viajamos, peleamos, volvemos a trabajar, juntamos plata y volvemos a empezar cuando nos sale una pelea. Veremos hasta dónde llegamos pero siento que nos queda mucho por recorrer”. Y asume que quienes pelean en el exterior lo hacen con un resultado “cantado” por un interés económico más que deportivo. Por la bolsa, sin entrenar y con un resultado casi obvio. “Ya tuvimos ofertas para ir afuera pero no lo voy a entregar al pibe así nomás. Vamos a ir bien entrenados y a pegar un batacazo. Esa es la idea, quizás en el 2023”
PASIÓN HEREDADA
Wilson Sánchez (53) nació en San Antonio, La Rioja en una numerosa familia con diecisiete hermanos y debió llegar a San Juan para aprender a boxear en el club Mocoroa a los 15 años. Después de salvarse del Servicio Militar decidió viajar a Puerto Madryn, practicaba artes marciales y también boxeo de la mano de Omar Tissera, un ex rival de Oscar Bonavena. “En el año 92’ fuimos a Buenos Aires a un Campeonato Argentino junto a Juan Maricoy, Víctor Ortega, Moller y Angel López. El único campeón fui yo. Hice un par de peleas más, me casé, nació mi hijo y empecé a alejarme. Cuando nació mi segunda hija dije “listo, hasta acá llegué” y me dediqué a la familia hasta hoy. Llevo treinta años de casado, tengo cuatro hijos, mis hijas están casadas por lo que estoy más liberado y puedo dedicarme a ayudarlo a Jony”. El apodo de «Chúcaro» que utiliza su hijo responde a la memoria de un cuñado, Mario Fernández, quien formó a Jonathan en el arte de las piñas. «Comenzamos juntos a entrenar a mi hijo, llegó a acompañarlo unas cinco peleas de amateur pero después falleció de cáncer hace trece años. De ahí seguí yo solo».