José María Sosa, el “Monito”, solía tener público propio. Y un estilo singular, técnica y contragolpe puestos al servicio del resultado. Aún hoy a los 57 años; reconoce el orgullo de haber sido un boxeador popular en una época dorada. “Es lindo que quienes te vieron alguna vez, le cuenten a sus hijos que “boxeabas bien” y se queden con esa imagen”, asume hoy desde su oficina de Coordinación de Deportes de la Municipalidad de Trelew.
Sosa no obstante reconoce que no son tiempos fáciles para practicar el deporte que lo convirtió en el “Mono” y propone alentar a los jóvenes hacia el estudio y la contención en familias bien constituídas. “El boxeo es para chicos sufridos, que tienen que ir al gimnasio a descargar sus problemas. Ahí dejan su bronca. Dos de mis hijos se morían por boxear pero no los dejé porque gracias a Dios los crié bien, les dí buena educación y les hice entender que el boxeo no es para ellos” cuenta quien hoy es pastor de la Iglesia Evangélica Pentecostal y vive desde siempre en el barrio Don Bosco.
Aprendió de sus propios ejemplos de vida y de un episodio que lo llevó a meterse en un gimnasio. “Tenía trece años y vendía diarios. Había un chico que solía pegarme y robarme la plata; no solamente me defendí sino que lo fui a buscar al gimnasio donde iba. Ahí me pusieron los guantes por primera vez y “Cuky” Prieto vió condiciones en mí; después entrené con José Bachilleri y en la parte final de mi carrera, estuve con el maestro Osvaldo Hughes. Él y “Bachi” estuvieron en mi rincón en mi última pelea”, recuerda Sosa quien perdió ante José “Dinamita” Guichapani, su única pelea en el amateurismo donde fue campeón argentino e integrante de la Selección Nacional. “Era un estilista, pegaba y no me dejaba pegar. Yo acostumbré a mi público a eso, al esquive y al “ole”. Mi cara la tengo bien y las marcas que tengo son de la vida callejera, no del boxeo. Gracias a Dios nunca caí preso, ni me drogué; pero sí pasé hambre, necesidades y me pasaron diez mil cosas”.
El día después del boxeo terminó de hundirlo en la desmotivación: malas decisiones económicas, alcohol y una vida con pocos límites lo dejaron en jaque. Y por eso la Iglesia y la fé, le permitieron transitar la vida que hoy disfruta. “El nombre del Mono Sosa sigue sonando en Trelew” afirma con orgullo de padre y abuelo.
Debutó como profesional en 1987 venciendo a Eduardo Meza. Y enfrentó a la totalidad de las figuras de la región: Néstor Monge; los santacruceños José Cruz, Leopoldo Valdivia, Juan Cerón, el fueguino Rubén Vivas, Ramón Crespín y Ramón “Sugar” Páez. El 21 de diciembre del 90 perdió su invicto ante Miguel Francia, disputando el título argentino en Trelew. En pelea revancha, en Playa Unión empataron en 1994.
Ante Miguel Angel Francia buscó sin suerte, coronarse campeón argentino en una pelea que recuerda haber dominado ampliamente. “Él estaba todo ensangrentado y cortado. Tendrían que haber parado la pelea en el noveno pero siempre el árbitro Luis Guzmán, lo dejaba limpiarse en el rincón porque él no veía nada y lo hacía seguir. En el duodécimo round yo me confié en el saludo y Francia que estaba todo abierto, me metió un gancho; caí, me levanté y terminé perdiendo por puntos. Esa pelea me marcó y me desmoralizó”.
Asume que no acceder a ese título argentino, le representó perder la motivación. “Quería ser campeón pluma sin haber perdido ninguna pelea. Perder esa pelea me tiró abajo, tenía veintiséis años y sentí que ya no era lo mismo. Ahí pensé que en vez de que me desfiguren, lo mejor era ponerme a laburar”. Profesionalmente entre 1987 y 1994, enfrentó a César Dómine; Juan Benito Ríos; Juan Ramón Astorga; Erwin Ampuero, Carlos Laciar, el salteño Vìctor Hugo Paz y Raúl “Tigre” Cárdenas, su último rival en el boxeo.
“Con el Pelado Montesino –agregó- era una guerra en Trelew para ver quien pisaba más fuerte. Hicieron la pelea en Dolavon porque se inauguraba el gimnasio que lo llenamos por completo porque yo tenía mi hinchada y él tenía la suya, fue muchísima gente” cuenta Sosa quien reconoce el apoyo recibido a lo largo de su carrera. “El Tano Corti era un empresario que me requería; como Marcelo Rey Seguros y el Gordo Pirulo de la Confitería La Reina o El Quijote. Yo terminaba el entrenamiento, me iba al hotel y después a almorzar ahí o al Mesón. Hoy nos vemos y siempre recordamos cosas lindas”.
“Era un estilista, pegaba y no me dejaba pegar. Yo acostumbré a mi público a eso, al esquive y al “ole”. Mi cara la tengo bien y las marcas que tengo son de la vida callejera, no del boxeo. Gracias a Dios nunca caí preso, ni me drogué; pero sí pasé hambre, necesidades y me pasaron diez mil cosas”. (José María «Monito» Sosa).
“Para pelear con Francia entrené veinte días. Yo miraba los récords, analizaba y dependiendo de eso, me entrenaba. Si el que venía era malo, me entrenaba una semana”. Y asume que su apodo boxístico y de vida, es obra del recordado periodista Alberto “Pato” Paradela. “Viví cosas lindas, estoy muy agradecido al boxeo, conocí mucha gente aunque quizás hoy que soy grande, sienta que perdí el tiempo porque no alcancé mi objetivo”.
Ismael Tebes/PdSur