Eran otros tiempos, era otro el pueblo pero siempre la pasión por el boxeo estuvo presente. Con otros nombres, pioneros de las piñas y generadores de los primeros duelos que fueron la semilla. En esos tiempos sin redes sociales, sin celulares y hasta sin televisión en Puerto San Julián, José Marambio se plantaba ante quien fuera. Sin importar el altura y a veces, midiendo la altura del rival de ocasión, lo importante era calzarse los guantes y salvar el honor.
Marambio es jubilado y ronda los 84 años. Llegó de su Chile natal casi por casualidad, en busca de trabajo y destino. Recaló en Río Grande desde Punta Arenas; peleó en Río Gallegos y cuando había decidido seguir rumbo hasta Comodoro Rivadavia, una rotura en el micro lo dejó por una noche y para siempre, en San Julián. Allí, en una mesa del hotel Asturias, una noche de 1962 recibió la propuesta laboral que lo ató con el sur y los fríos de la Patagonia.
Había comenzado a entrenar a los once años y no recuerda sus primeros pasos, porque llegó a ser campeón invicto con 18 peleas a escondidas de su madre. Y entrenando con un prócer del boxeo chileno, Godfrey Stevens, quien llegara a pelear por el título del mundo en Japón en 1970 frente a Shozo Saijo y enfrentara al nicaraguense Alexis Arguello en su útima actuación profesional.
Como buen admirador de Ray Sugar Robinson, aquel «Gringo» supo transmitir lo mejor del estilo basado en la técnico, la cintura y el manejo de las piernas. Un estilo que bien aprendido, cotiza en todos lados. José Marambio peleó en el Club México de Santiago y solía combatir –cuando podía- en los 46 kilos aunque la falta de rivales y su osadía, lo hicieron enfrentar a oponentes de mayor talla física.
En San Julián, comenzó a “moverse” con fines boxísticos en el viejo cuartel de Bomberos hasta instalarse como representante de Rácing y posteriormente, ya siendo entrenador, en las instalaciones de la Asociación Chilena. Trabajó de casi todo. En un frigorífico; como mozo y encargado de un bar; en la Usina que empezaba a construirse en San Julián donde decidió hacer su familia. Fue portuario, trabajó en los barcos y como constructor. Igual que en el ring, siempre sin medir el esfuerzo y la dificultad.
Marambio vive hoy cerca del Banco Nación, a pocos metros de la bahía de San Julián en uno de los primeros barrios consolidados en la localidad. Tiene dos hijas y un nieto y un largo recorrido de anécdotas para quien quiera escuchar.
Entre sus rivales se destacan Gastón Jerez, uno apodado curiosamente “Nat King Cole”, Benjamín Sosa; Raúl Williamson (luego destacado entrenador); el comodorense José Manquemilla y en su despedida, ya pasados largos los 40, ante Emilio “Sapo” Soiza que significó una derrota por nocaut en Puerto Santa Cruz. Su clásico sanjualianense lo protagonizó ante Carlos “Pelotita” Alvarez, ante quien empató con estadio lleno en el club Rácing en los ‘60. Cuentan los testigos que más de la mitad de la población, se acercó para ver éste pelea.
José Marambio, siempre amateur y pasional, es uno de los tantos que eligió quedarse. Que hizo crecer al boxeo en un punto lejano pero que hoy es una plaza prolífica. El viejo boxeador de “estilo Nicolino”, aguante interminable y picardías que inclinaban la balanza, tendrá su homenaje merecido. Y en vida, como debe ser. San Julián le agradece sus puños cerrados; las fotos en blanco y negro y haber sido uno de los puntales de una deporte que no parará de crecer.