“Sólo el amor puede cambiar el mundo”. Esa fuerza movilizadora tendrá siempre un efecto en las personas que lo saben ver. “Nunca pasé tantas necesidades porque tuve gente que me fue guiando y acompañando” cuenta hoy Raúl Esteban Martínez (58) el flamante director del Hogar de Adolescentes Varones de la ciudad de Esquel, entrenador de boxeo y dueño silencioso de su propia historia.
Martínez nació en Alto Río Senguerr, como parte de una numerosa familia; huérfano de madre desde su niñez; él y sus ocho hermanos recorrieron instituciones en diversos puntos de la provincia. Se crió en el internado de Río Mayo; en “Los Grillitos” y el Hogar de Adolescentes en Comodoro Rivadavia. Hoy desde otro rol, intenta transmitir mensajes claros a quienes por distintas circunstancias deben transitar su niñez y adolescencia, judicializados, lejos de la contención familiar. “A través de Rodrigo Peláez ingresé como operador y preceptor del Hogar de Adolescentes Varones. Él creyó en mí y no voy a defraudarlo. Después de trabajar veinte años en la institución, llegó el nombramiento que me sorprendió a mí también”, reconoce.
“La tecnología ha cambiado bastante el comportamiento de los pibes, que saben sus derechos pero no cumplen sus obligaciones. Se perdió mucho tiempo con la pandemia y después se afectó la escolaridad por las medidas que tomaron los docentes. Fueron dos o tres años con paros que si bien, se justifican, hicieron que los chicos perdieron más que nadie”.
Raúl Martínez se crió en un internado y transitó por Los Grillitos y el Hogar de Adolescentes. Ahora fue designado como director del Hogar de Adolescentes de Esquel. “De tanto amor que me dieron, yo me olvidé de las cosas malas que pasé”, cuenta hoy, resumiendo su historia de vida.
La vida lo convirtió en un laburante, en un buscador de oportunidades. “Vendí diarios, fui lustrabotas y también hacía de “parapinos” en el bowling a cambio de un sándwich de pebete. A los 14 años trabajé en una panadería”. Y luego pasó por todos los rubros: construcción, pintura, minería y estiba portuaria. Y vivió en Sarmiento, Neuquén; Los Antiguos, Perito Moreno y Puerto Santa Cruz. Llegó a Esquel en el 2001 en plan vacacional y se hizo conocido por vender Telebingos y trabajar como árbitro de fútbol en la Liga de Barrios, Senior y también la Liga del Oeste. Antes fue un experimentado boxeador amateur con 39 peleas realizadas y atleta con participación en numerosas pruebas como la Maratón al Paraíso y la Corrida de Diario Crónica. Hoy es técnico a cargo de la Escuela de Boxeo “La Amistad” que funciona en el club Independiente Deportivo con treinta pupilos, quince en competencia, entre ellos Milagros González, subcampeona y campeona de los Juegos Evita y futura boxeadora profesional de la ciudad.
Desde la premisa de volcar su experiencia, de ofrecer alternativas y de acompañar a menores en riesgo, Raúl Martínez se reconoce como un producto del afecto. “En todos los lugares donde estuve recibí eso, me dieron buenas herramientas para crecer, trabajar y formarme como un hombre de bien”. Asume que los tiempos han cambiado pero que las necesidades son las mismas, aggiornadas a los tiempos. “Tenemos cinco chicos en la institución. Los tres mayores ya tienen 17 y estamos trabajando para dos egresos del secundario, inclusive con la posibilidad de conseguir una beca que les permita tener trabajo. Es importantísimo que haya llegado a sexto año, quiere decir que se hicieron bien las cosas y el apoyo que ha tenido, nos llevan por el buen camino. La idea es que todos terminen el secundario, es sería una de mis principales metas”.
“Los jóvenes hoy son rapidísimos con la tecnología. Hoy se llevan educación física y no tecnología, eso me sorprende. Tengo proyectado darle las oportunidades que quizás yo no tuve. Acá pienso tomarme revancha en el mejor de los sentidos. Quiero que los chicos salgan formados y con un oficio, si se puede”.
“Yo siempre me pongo en primera persona lo que pasé en los hogares. A mí me dieron mucho afecto y eso me ayudó a encarrilarme en la vida. Si me hubiesen tratado mal quizás hubiera sido rencoroso y resentido. Y no lo soy. De tanto amor que me dieron, yo me olvidé de las cosas malas que pasé”.
IT/Diario Jornada/Fotos Atilio Ortíz.