Para Mariana Navarro en modo “mamá” no existe un orden de prioridad. La boxeadora amateur que comenzó a pelear a los 18; fue campeona argentina juvenil de peso minimosca y hoy, pisando los 36 y con 35 combates realizados se mantiene vigente en el ring aunque con una premisa: acompañar el proceso de su hijo Geremías, de cinco años, tras un diagnóstico de autismo leve: “Mi hijo tiene cuatro terapias con profesionales y en distintos puntos de la ciudad además hace natación adaptada y va a jardín con una maestra integradora”.
Lejos de amilanarse ante el diagnóstico, Mariana optó por buscar información y por reforzar todo lo terapéutico que fuera necesario. Observa su evolución como un premio, el equivalente a una victoria en el ring. “Avanzó un montón con las terapias y eso lo ayuda a desenvolverse bien. Tiene muchas herramientas para nivelar su desarrollo”.
“No caí cuando me dijeron lo que tenía. Acá cuesta mucho llegar al diagnóstico, fui a Buenos Aires y le hicieron todo en una semana. Cuando volvimos tuve que cambiar mi vida por completo, inclusive mis entrenamientos. No me bajoneé nunca, lo tomé como un desafío. Si bien no todos los días son iguales, solamente me armé de paciencia”.
Mariana Navarro espera cerrar su carrera en el ring, una “última función” en un escenario que siempre le dio felicidad. “De acá a diciembre quisiera hacer la última, mi sueño sería despedirme con una pelea profesional. Y después seguiré ocupándome de mi hijo y me abocaré a un trabajo fijo”. Lejos de refugiarse en los porqué, es una activa emprendedora que participa en ferias ofreciendo distintos productos, desde comida por pedido hasta indumentaria. Además de entrenar con Alejandra Zamora en la Escuela Municipal de Boxeo. “Solamente me queda tiempo para el gimnasio cuando él va a Jardín. Me gustaría hacer Alto Rendimiento pero no puedo porque tengo que llevarlo a él. Me acomodo a los horarios y la “China” me entiende porque también es mamá”.
Geremías es un especialista en los autos, con marcas y señales, colecciona piezas y vuela con su imaginación, su particular manera de comunicarse y de dar afecto. “Se da cuenta que yo peleo, lo llevé a una de las últimas en Rada Tilly pero se puso nervioso y me tuve que ir apenas me bajé”.
“Ser mamá de un nene autista demanda tiempo completo” reconoce Mariana quien reconoce la importancia de su rol y del carácter que supo exponer como boxeadora. “Yo creo que mi hijo tiene un gran potencial para salir adelante y yo le voy a aportar todas las herramientas para que pueda desenvolverse. Es TEA leve, tiene sus tiempos pero se podrá adaptar”.
“Antes que todo soy mamá y después, todo es secundario”, cuenta la boxeadora-mamá 24/7 que pretende concientizar sobre el espectro autista y trabajar en función de que éste se conozca y se difunda. “No hay que quedarse con la primera sensación, ni dejarse caer. Muchos no lo asimilan y es un grave error. Yo estoy orgullosa de mi hijo. La sociedad no se informa y no está preparada; los chicos tienen problemas sensoriales y el ambiente no está adecuado para ellos”, afirmó.