El jóven boxeador amateur Brandon Rodríguez narró en primera persona, un episodio que lo llevó a una profunda crisis depresiva que logró sortear con ayuda profesional, el acompañamiento de su familia y también de su fé religiosa. “A los que se sientan tristes, cansados o fatigados, les digo que hay una salida; gente que ayuda y una salida que buscar. No hay que encerrarse en los malos pensamientos, la tristeza o el enojo”, indicó el invicto de 22 años que describió la situación que desde lo emocional, lo puso a prueba. “Es muy feo sentirse así. No se lo deseo a nadie”, remarcó.
Brandon reconoce que el problema se manifestó en ocasión de un festival en San Julián donde no pudo dar el peso. “Iba a pelear un cinturón y me sentí fracasado. Me sentí sin ganas de nada; estaba negado por el dolor y la bronca. Sentí que quería tirar todo por la borda y hasta en dejar de pelear. Mi cabeza me llevó a bajonearme. No quería entrenar y me la pasaba sufriendo, subí más de 15 kilos y estuve dos semanas encerrado en mi casa, castigándome”.
Rodríguez asume desde la negatividad, todas las expresiones que debió sortear en éste lapso de tiempo. Y destacó la búsqueda de respuestas, el afecto de su familia y en especial, la fuerza de la fe. “No tenía ganas de entrenar, faltaba. No podía salir y no encontraba la salida por lo que volví a mis principios, lo que mi familia me enseñó de chico que es el Evangelio y creer en Dios, que es la salida porque él siempre escucha. Volví a arrodillarme y a orar porque había días que no podía dormir y me amanecía”.
El invicto boxeador que representa al Team Alvarado dijo haber “entendido” el mensaje de su padre y del mismo modo, reconocer el valor de la existencia. “Me dijo que cansado está alguien que se levanta a las 5 de la mañana y tiene que ir a laburar todo el día; la gente que está en silla de ruedas y que no puede moverse. Ellos viven la vida sin excusa. Ahí es dónde me plantee seguir».
“Ahora –destacó- gracias a Dios me siento un poco mejor. Estoy yendo a la iglesia evangélica del pastor Pedro, la Iglesia Pentecostal en el San Cayetano, que es evangélica”. La llave estuvo en la psicología y hacer las cosas que disfruta, correr, ir a la playa y jugar al fútbol, cuestiones simples que le terminaron poniendo un freno a su ansiedad. Llegó a pesar 85 kilos, muy por encima de su kilaje de competencia, hundido en una crisis “por cosas del pasado” que lo alejaron del celular y de las redes sociales. “Ahora tengo ganas de volver a subirme al ring, eso es inevitable. Soy yo, otra vez soy yo, pero en una versión mejorada”. Y al final, el mensaje positivo apunta a concientizar; a ayudar y a brindar herramientas a quienes como él, se sienten desbordados por las circunstancias sin saber que las respuestas están a veces, en sus propias mentes.