“Más allá de los años y la carrera que tengas, siempre hay una adrenalina especial. Pero es una mezcla de cosas. Uno tiene nervios, miedo, porque todos los boxeadores lo tienen y no hay uno que te diga lo contrario. Como dicen, el miedo es lo que te mantiene despierto. Y una mezcla de alegría, de que estás haciendo lo que disfrutás, algo grande… Imáginate toda esa mezcla, dentro del estómago, tres minutos antes de subir al ring”, reflexiona uno de los destacados integrantes del interminable clan Godoy.
De cuarentena en Centenario, tras su nocaut europeo, cuenta qué le pasa al boxeador previo a la pelea y repasa anécdotas. Las confesiones de un campeón. Nota de La Mañana de Neuquén con el «Rayo» Godoy.
“Una vez que estás arriba escuchás gritos, pero te olvidás de todo. Estás tan metido en lo tuyo que a veces hasta olvidás parte de la película, de la pelea. Te quedan esas pequeñas imágenes y no sabés en qué round hiciste qué cosa y demás. En el camarín me pasaba compartir con boxeadores de Filipinas, de Tailandia, de Inglaterra, de México, de todos lados. Estás riéndote, con música, bailando, contando chistes, pero a la vez sabés que te tenés que subir al ring y te esperan cosas duras…. Es lo que tiene esto pero también por eso nos gusta”, agrega Mauro en una charla descontracturada con LM Neuquén, en la que confiesa lo que sucede en la intimidad y lo que hay detrás de escena.
Después, las anécdotas. “Cuando arrancó el tema del virus yo estaba en Girona, al límite con Francia. Pero ni se imaginaban que iba a llegar a España y al principio allá se lo tomaban en broma y hacían chistes con la cerveza Corona los españoles. Luego se terminaron los chistes… Son unos personajes”, comenta el Rayo, que alcanzó a pegar la vuelta a Centenario principios de febrero, “justo antes de que se despertara el virus allá”.
En el viaje de regreso, una suerte de blooper, una situación de la que aún hoy se ríe: “En uno de los vuelos me encuentro a una pareja uruguaya y le comento que no veía la hora de llegar y comerme un buen asado, una gran parrillada completa. Yo insistía con eso, que el chori, la morcilla, la mollejita y resulta que al final de la charla me dicen ‘pasa que nosotros somos veganos”. La verdad, no sabía donde meterme, pero bueno, cosas que pasan», rememora el risueño momento con el carisma y la simpatía de siempre.
Su presente neuquino y futuro europeo
“La estadía se extendió pero mi idea era descansar en Neuquén, así que por suerte no me afectó tanto la cuarentena. Disfrutando y comiendo al principio como quería. Empecé corriendo cuando se habilitó por el sector de chacras en el que vivo y me armé un pequeño gimnasio en el galpón donde guardo el auto”, explica cómo se las ingenió hasta que habilitaran los gimnasios (entrena en el de su papá Bruno).
Respecto a lo que viene, Mauro adelanta lleno de ilusiones: “Quedaron los contactos, las puertas abiertas. De Estados Unidos también hay chances, de hecho por la pandemia tuve que suspender un viaje a Buenos Aires para sacar la Visa. La idea es volver porque las peleas acá ya no son rentables. Tampoco te permiten crecer en lo deportivo, si no pertenecés a un promotor determinado. Y yo no tengo uno, me manejo con mi viejo como toda la vida. Mi papá también me dio el empuje: ¿a qué te vas a quedar? me dice». Por ello y pese a que «se extrañan muchas cosas en el exterior», el Rayo anticipa que «en septiembre, cuando reabran los vuelos, partiré en busca de nuevos sueños”.
Fabricio Abatte/La Mañana de Neuquén.