El nene endurecía el gesto desde su inocencia. Y sacaba una lluvia de golpes al aire, con los pies plantados y enfundado en un traje que le imitaba el vestuario a su padre. Sorprendía, entre risas y una fina mirada técnica de los que, advertían la magia de los genes. El mismo nene, con los rasgos duros y la seriedad de pelear ante un rival “en serio” tenía ya, sin saberlo, una técnica que le dio natura. Y que le permitía a los visionarios de ojo exquisito, adelantarse en un viaje en el tiempo.
El nene se hizo hombre. Uno que hoy sigue vistiéndose de boxeador con otros atuendos; con la misma pasión y las mismas caras en su entorno. Junior Andrés Narváes está a punto de convertirse en profesional; en un peleador con licencia; en un “heredero” que inevitablemente, busca trascender desde su apellido. Bien pesado, no tanto como lo que marca la balanza.

Con su padre Omar en el rincón; con un estilo propio del boxeo de éstos tiempos; con una técnica depurada y un entrenamiento de laboratorio. Junior saltará a un ring para empezar a cerrar un círculo virtuoso: con el boxeo en la sangre y la vara muy alta, pensando en conquistar aún más laureles que su campeonísimo progenitor. “Por ahora estoy tranquilo, confiando en el trabajo que hacemos. Estamos en muy buena forma y eso me tranquiliza. En la medida que se acerque la pelea seguro llegarán las ansias y los nervios”, asume el trelewense quien éste sábado peleará en el Casino Buenos Aires frente a Kevin Varela, en su estreno rentado.


Ya está en categoría y se dice apto para saltar al cuadrilátero por primera vez sin cabezal. “En estos últimos días estamos enfocándonos en descargar el cuerpo y estimular para llegar diez puntos a la pelea. Trabajo la parte física con “Peto” Ruíz y lo técnico con mi papá Omar. Hicimos un gran trabajo con mi equipo”.
Su historia sigue de manera inevitable. Junior en el Narváes de la nueva generación. “El recuerdo que tengo en mi memoria es el de las exhibiciones que hacía con tres o cuatro años antes de la peleas de mi papá. Una fue contra Rayonta Witfield en Madryn”.

Practicó fútbol; atletismo y natación pero estaba escrito cuál era la actividad que elegiría. “En el boxeo tenía otra habilidad, otra facilidad y resaltaban las características que tenía. Cuando empecé a entrenarlo a diario; la verdad que me encantó, es una pasión y algo que me encanta hacer”.
Describe al boxeo como un “estilo de vida” y asume que en cada aspecto de su vida, hay algo ligado a los guantes y al bucal. “El consejo que más tengo presente de mi papá es ponerle amor a lo que se hace; tiene que gustar y apasionar. No sirve hacer cosas a medias. Este no es un deporte como cualquier otro donde hay márgen de error. Acá no se puede jugar porque son golpes y la vida está en riesgo. La disciplina y la entrega del día a día es algo que tengo marcado”.

El pibe que tiraba con estilo y se ganaba los aplausos sin saberlo, se hará profesional con números impecables en el país (23-0 y 3 derrotas en torneos internacionales) y una lluvia de títulos: campeón provincial y nacional cadete 2019; campeón regional juvenil 2022 con participación en el Sudamericano y el Mundial de la categoría y campeón regional y nacional juvenil 2023 y campeón Súper 4 y nacional mayor 2024. Ningún dejá vú. Es la sangre del boxeador; un pariente cercano del destino.