Verborrágico, carismático, Junior revivió los instantes posteriores al amplio triunfo ante el guapo Kevin Varela, el último sábado en el Casino de Buenos Aires, en el marco de la velada “Nocaut a las Drogas”. “Mi papá no es tan demostrativo con las emociones, siempre me habló en la previa de la pelea como un entrenador a un alumno, teníamos esa relación, hasta que el sábado cuando hicimos la nota de la televisión después del debut él se quebró, y ahí vi las emociones de un padre”, expuso.
“Tanto de ver a mi padre como se concentraba antes de cada pelea, me traía recuerdos de cómo lo llevaba, yo estuve todo el tiempo tranquilo tratando de hacer la mejor puesta a punto, no sentí los nervios ni la ansiedad hasta el día del pesaje. En el cara a cara, ahí empezó mi ansiedad de querer subir al ring y querer demostrar”, admitió.
“Más allá de que en todas las peleas no hay que dejarse llevar por la ansiedad, era la primera en el profesionalismo, los guantes duelen y había que ser más cuidados tratando de poner la inteligencia por delante de la emoción”, señaló Junior.
“Era la primera vez que ponía los guantes y no medía la intensidad a la hora de golpear, por ahí impacté en la cabeza, en los codos y en los huesos, es aprendizaje, mi padre me lo había dicho, pero no es lo mismo que cuando lo experimenta uno mismo. Esos guantes duelen hasta cuando pegás”, explicó sobre los dolores en las manos que incluso lo llevaban a una consulta a un traumatólogo para intentar evitarlos en un futuro.
“Lo que dicen de un boxeador con condiciones es que va a pasar cuando le peguen, porque no todos reaccionan de la misma manera, mi papá me decía lo mismo, que quería comprobarlo, no tienen nada que ver los entrenamientos o las exhibiciones y otra es tener enfrente a alguien que te quiere arrancar la cabeza”, evaluó.
“No sentí ninguna mano precisa, de lleno, seguramente en cuatro rounds alguna habrá entrado, pero en ningún momento me sentí conmovido ni apabullado”, remarcó. “Me sorprendió la resistencia, el aguante y las ganas, jugaba su edad, con 29 años sentía que no podía dejarse ganar por un chico de 19, creo que su orgullo lo llevó a aguantar, admirable su predisposición para buscar la pelea”, ponderó sobre su rival, también debutante.
“Estamos muy bien físicamente gracias a la preparación con Peto Ruiz, con el que vengo trabajando desde los 10 años y con quien apuntamos a lo mejor, no a medio nivel, sino al mejor nivel”, aseveró.
“Hablamos después de la pelea y al momento de dar el peso, la categoría gallo me queda justa, llego cómodo, por ahí podríamos bajar a los 52 kilos, a la categoría supermosca en la que mi papá también fue campeón mundial, quizás lo pueda hacer antes que el cuerpo se desarrolle más”, deslizó.
UN RINCÓN DE LUJO
“Tengo un gran nivel en el rincón con mi viejo y Víctor Castro, son dos muy buenos entrenadores, lo mismo que Peto en lo físico. Son muy específicos en las indicaciones, y a la vez simples, tengo una relación muy apegada, a Víctor lo conozco desde que tengo noción del tiempo y aún antes porque tengo fotos de él cargándome de bebé. Los consejos que me dieron eran muy entendibles y muy básicos”, celebró sobre su rincón de lujo.
“Viendo la pelea, creo que puedo golpear más abajo y no ir tanto a la cabeza, no quedarme tanto tiempo en la corta distancia y tratar de jugar un poco más con las piernas, es algo que hago en los entrenamientos, pero quizás en la euforia de la pelea, yo quería conectarlo, quería sacarlo, conseguir un nocaut y me mantuve más tiempo adentro y no pude hacer un trabajo tan limpio”, admitió.
DECISIÓN DIFÍCIL
“Creo que decidí ser boxeador a los 10 años, fue una decisión difícil, porque yo era muy amante del fútbol, también hacía atletismo, pero ya no me daba el tiempo para los tres deportes, tenía que elegir que hacer, tuvimos una charla, y me decidí por boxeo, me parecía lo más fácil y quedé encantado”, recordó.
“Las comparaciones siempre van a ser difíciles, la gente siempre va a hablar y comparar, habrá críticas, pero estamos tranquilos, vamos por un buen camino, vamos de a poco, y trataremos de no tener el peso del apellido, sino hacer mi propia carrera”, consideró Junior. “Siempre me preguntaron que se sentía haber tenido un campeón del mundo, pero siempre lo viví normal, me crié de esa manera, recién ahora le doy más valor a lo que es ser campeón del mundo, o llenar un estadio, en su momento no tenía noción de eso. Admiro y me da orgullo tener un papá que fue campeón del mundo”.
“De mi papá saqué principalmente la inteligencia para hacer un plan de pelea y aunque soy unos centímetros más grande que él, en esta pelea era el más chico. Igual entrar y salir es otra de mis cualidades”, comparó. “Me acuerdo que cuando era chico me hacían creer que iba a pelear con el hijo del rival de mi papá y qué a último momento, cuando me subía al ring, me decían que no se presentaba a pelear”, confesó para desatar risas en el estudio de Cadena Tiempo.
AMATEURISMO BREVE
“Hice muy pocas peleas en el amateurismo, unas 25, y solamente siete internacionales. Mi papá quería que yo siguiera como amateur, que llegara a un Juego Olímpico para que después tuviera más oportunidades, pero yo sentía que ya estaba listo”, reconoció Junior.
“Me preocupaba verme como un profesional, porque al venir del amateurismo tenía que comprobar cómo iba a resolver la situación. Trabajamos mucho y seguí los consejos de mi papá, no es mi experiencia, sino la que me transmitió mi papá”, fundamentó.
“Desde que empecé el boxeo a mi mamá no le gustó, si le dabas a elegir, quería que siguiera estudiando y si bien estaba acostumbrado por mi viejo, estaba nerviosa y ansiosa. Pero se va a acostumbrar, ella viajó, me acompañó en la pelea, fue hasta Buenos Aires a verme pelear, es muy sentimental, y después estaba muy contenta y emocionada”, señaló.
“Llegué hasta la secundaria, se me hizo difícil seguir estudiando con los viajes de la selección porque tenía en la agenda llegar a los Juegos de Paris 2024. Si tuviera que retomar me gustaría ser kinesiólogo porque tiene que ver con el cuidado del cuerpo”, sostuvo.
INTENTO FALLIDO
“Hace un año no tenía tantas posibilidades, pero a principios de años me dieron la oportunidad, me gané el puesto y cuando teníamos todo listo para viajar, no le dieron los cupos al equipo”, contó sobre su fallido intento de ir a los Juegos Olímpicos.
“Yo quería por lo menos intentarlo, lo que más dolió es que ni siquiera pude intentar la clasificación, para mí clasificar a los Juegos era el paso previo a ser profesional. Pero no se dio, me quedé con ese camino recorrido y decidí debutar en el profesionalismo”, justificó.
“Creo que tengo el mejor equipo, seguiré con el mismo rincón en la Argentina, ya sea mi viejo, Castro y Peto Ruiz, tengo mucho para aprender, aunque sería lindo probar suerte afuera”, se ilusionó.
“Él -por Omar- me transmite sus experiencias, ya cometió sus errores y me ayuda a tomar decisiones. Tratamos de hacer las cosas las más prolijas posible. La idea es conseguir un promotor, pero para las grandes cosas, queremos ir a lo grande, si queremos tener grandes ofertas necesitamos de un promotor”, advirtió.
“Todavía no hablamos de la segunda pelea, pero cuando volvamos a entrenar fuerte empezaremos a pensar en eso, estaría bueno volver a pelear antes de fin de año. Estamos en una etapa de crecimiento, de fogueo, así que hay que tratar de meter peleas”, insistió. “Creo en Dios, creo en Jesús y también es algo que me sostiene siempre”, sentenció en el final. Edgardo Lillo/Fotos: Sergio Esparza. Jornada Medios.