Los Ábalos comparten mucho más que el apellido. Los une la sangre y la pasión. Padre boxeador e hijo inevitablemente destinado a calzarse los guantes. “Un hijo boxeador es algo apasionante, muy lindo, inexplicable” define Claudio Ábalos quien durante años, radicó en Comodoro Rivadavia dónde entrenó a las órdenes del cubano Juan Fernández. Su hijo Tamir se crió entre vendas y bolsas y se percibe boxeador desde que tiene uso de razón. “No había chance. Ver las peleas de los compañeros de mi papá, me ponía más nervioso que las peleas de mi papá. El boxeo se vive al cien por ciento. No, no es solamente algo que me guste. Es un estilo de vida” describe Tamir, que tiene veinte años y ya piensa con fundamento, en el profesionalismo.
“El chico tiene muy buenas condiciones y es disciplinado. Él tomó la decisión propia, le gusta y ama el boxeo y es un chico muy disciplinado. Le digo que lo disfrute, al máximo” cuenta el ahora entrenador radicado en Florencio Varela. “Tiene de mí los movimientos, los desplazamientos y la viveza. Tengo los mejores recuerdos de Comodoro. Cuando yo estaba entrenando, él siempre estaba ahí mirando. El profe cubano me decía que lo deje y que iba a aprender mirando. Y así fue”, gráfica el “Chino”.
“Son -dijo Tamir- mis últimas peleas. Hicimos un pequeño cambio de estilo de boxeo y apuntamos algo más para el profesionalismo el año que viene”. En cuanto a las comparaciones técnicas reconoce haber adoptado “mañas” en los desplazamientos que eran propios de su padre. “Soy de Florencio Varela. Aparte de ser boxeador, soy emprendedor. Vendo indumentaria y zapatillas. Eso me ayuda económicamente para cumplir mi sueño de boxeador”.