Puro arte. Una técnica capaz de frenar a la peor de las furias, inteligencia puesta al servicio de la defensa y piernas siempre listas para imponer la distancia. Carlos Alberto Mansilla (70) resume esas virtudes como el boxeo mismo. Nacido en el Rincón del Diablo, en una familia de laburantes y con ocho hermanos reconoció sentir por entonces, la tentación de la calle y la aventura. “Iba a la Escuela 119 y si bien era tranquilo, solíamos pelearnos bastante en la calle. Un vecino que me veía, me dijo una vez “porqué no vas al gimnasio si te gustan tanto las piñas”. Y le hice caso”. Recuerda haber visto entrenar en la Sociedad Rural a los cracks de la época: Oscar y Aníbal Rojas; «Chichín» Amado, “Pantera” Domínguez; “Rulo” Miranda y “Pato” Rodríguez. Igual, el debut llegó mucho más tarde y en Trelew. “Me había ido para allá y Juan Carlos Bernardiz me hizo pelear. Yo tendría 18 casi 19 años, terminé empatando con un rival de Madryn; peleé por todos lados inclusive estuve en el primer festival que se hizo en Sierra Grande. Cuando volví a Comodoro, ya tenía como veinte peleas”.
Mansilla asume que su forma de boxear, fina, vistosa y atractiva la adquirió “naturalmente” y que pulió detalles observando; admirando a Miguel Campanino y a Nicolino Locche; guanteando con profesionales e incorporando las “mañas” que compensaban lo que solía faltar en lo físico. “Creo que siempre tuve las condiciones pero Raúl Cárdenas fue quien me enseñó a sacar las manos y a mejorar la técnica. Él fue muy importante para mí, era un amigo a pesar de la diferencia de edad y junto a Rodolfo Romero, uno de los dos técnicos que tuve”.
Solía ser un “probador” para los “duros”. Y se plantaba ante pegadores con un achique único, que solía ponerlo a resguardo pero también, lo tenía a tiro para contragolpear. “Una buena defensa también es capaz de dar espectáculo”, reconoce quien llegara a hacer 85 peleas como amateur, la última en 1981 en Chile ante Abdenago “Dany” Jofré. Enfrentó entre otros a Juan Alvarado (cinco veces); el chileno Manuel “Zurdo” Alvarado; Bernardino Pacheco –hermano de Ratín-; Celestino Herrero, Hugo Ávila; “Lalo” Cofré y el “Peludo” Hernández, en otro duelo que incluyó los tres resultados.
“Siempre trabajé como gomero y pintor de obra. Cuando sentí que estaba física y boxísticamente apto para hacerme profesional empecé a trabajar en YPF en montaje de perforación y eso me limitó. Seguía peleando cuando estaba en la zona y además ya tenía a mi familia”, asume Carlos, un peleador exquisito y “nunca noqueado”.
Carlos Alberto Mansilla dice que el profesionalismo fue «una cuenta pendiente». Igualmente realizó 85 pelea como amateur, mayoritariamente fuera de la ciudad y alrededor de 35 en el gimnasio Municipal de Comodoro. Dedicado a la enseñanza y a la formación de jóvenes talentos, tuvo a su cargo la Escuela del barrio Ceferino y actualmente en el Municipal Nro. 2.
Carlos Mansilla, próximo a cumplir treinta años como empleado municipal y siendo técnico a cargo del gimnasio Nro. 2 admite que el boxeo rescata a los jóvenes de situaciones críticas. “En mi caso era callejero pero tuve buenos ejemplos de vida. Siempre supe lo que era bueno y lo malo. Mi viejo me enseñó a laburar y a ser siempre honesto”.
Se reconoce feliz de ver a sus ex pupilos convertidos en padres y hombres de bien y pone a la familia por encima de todo en la escala de los afectos. “María Ester es mi mujer; tengo 6 hijos varones y 2 mujeres, 16 nietos y 4 bisnietos. Solamente los dos más grandes llegaron a boxear. Carlos fue campeón de los Barrios y Martín, que hizo seis peleas y tuvo que dejar por problemas en la vista”.
IT/PdSur.