Detrás del gran presente boxístico de la truncadense Ana Romina Guichapani está el respaldo de su propia sangre. Raúl, su padre, fue ex profesional y hoy se aboca casi por completo, a guiar el entrenamiento de su hija, la campeona:
«Es un deporte muy sacrificado, muy duro, desde las distintas formas en que uno lo vea».
Por la pandemia de COVID-19, quedó suspendida la defensa pautada ante la mendocina Estefanía Alaníz, segunda en el ráking argentino superpluma. “Hablamos a la Federación y nos dijeron que teníamos que defender el título con la que estuviera disponible. Con la primera no se pudo, y con ella que está segunda, sí.
Cuestionó que pese al esfuerzo que implica la organización de un festival, no siempre se tiene el apoyo y el acompañamiento del público. «A todos les gusta el boxeo, quieren ver pero no quieren pasar por ventanilla. Por eso digo que el boxeo no avanza”.
“A la gente de la Federación les comenté que por qué cuando hay peleas amateur, los jueces cobran. Que ya que les gusta tanto el boxeo, ¿Por qué no lo hacen ad honorem?, eso permite que uno siga haciendo cosas y a los chicos les permite seguir fogueándose, después a nivel profesional está bien, porque es otro el interés. Tenemos poca ayuda. La campaña política terminó y son pocos los que acompañan».
Destacó la conducta y la responsabilidad con la que Romina ha llevado adelante su carrera. “Desde que tenía 6 años quiso practicar este deporte, uno le ha hablado, explicado y ha entendido, eso es lo bueno. Algunos chicos no entienden que la disciplina, constancia y la responsabilidad te ayudan a llegar al éxito».
«A nosotros –dijo la “Cobra” de Pico Truncado- como familia, nos gusta el boxeo, y haber podido ir a Francia a pelear por un título mundial con la campeona para perder por puntos fue una enorme satisfacción, porque lo que hizo fue intensificar el entrenamiento en el gimnasio del pueblo y sin más, que eso logró mantenerse en pie y representar a la localidad, la provincia y el país».
Y al final, dejó de lado el rol de rincón principal y en la piel del padre de una boxeadora reconoció: “No tengan dudas de que cada golpe que le tiran y le pegan me duele a mí. Sé lo duro que es este deporte y trato de guiarla por el buen camino, esforzándose para llegar al objetivo máximo que ella quiere llegar», finalizó.
La Opinión Austral